lunes, 28 de diciembre de 2009

Entrevistas anodinas

Hoy me desperté con el ganglio derecho grande como una pelota de golf y con el mismo costado de la garganta irritado como si me lo hubiera estado rascando por adentro. Esto determinó mi humor para todo el día, que fue pésimo. A falta de una, me dormí dos siestas, ya que no tenía absolutamente nada que hacer, y visitar a alguien con esos ánimos hubiese sido muy desconsiderado de mi parte.
Cuando me despierto de una siesta, y particularmente cuando me despierto de mal humor, ocurren dos cosas, siempre en el mismo orden. Primero, necesito transportarme hasta el sector de la casa donde esté el resto de la gente, depositarme en una silla, y estar ahí, simplemente, acompañado pero sin hablar. Mi madre, que aparentemente se olvida de la necesidad de guardar silencio que implica esta primera etapa, me pregunta una y otra vez si me pasa "algo". Y, ¿qué pone de peor humor a alguien que le pregunten con aire de dirigirse a un niño hipersensible: "¿Te pasa algo?" ¡NO! ¡O al menos no hasta la segunda vez que me preguntaste!. Pero no importa, esto uno lo piensa y no lo dice, porque, después de todo, el resto no tiene por qué adaptarse a nuestros extraños cambios de humor.
Luego de una media hora de autismo comienza la segunda etapa: voy recuperando el conocimiento, pero sigo igualmente irritable. Es entonces que debo encontrar algo sobre lo cual despotricar, antes de volver finalmente a la normalidad. Esta tarde, haciendo zapping entre los tres canales que tengo, encontré el blanco perfecto: las notas a los turistas de veraneo.
¿Hay algo más descaradamente rellenador de espacios muertos y menos importante que una nota a un turista, generalmente idiota, que repite en tono afirmativo lo mismo que el periodista ya dijo en tono interrogativo?.

-Recién llegados?
-Recién llegados, recién llegados.
-Cómo pasaron las fiestas, en familia?.
-En familia, sí, sí.
-Y ahora disfrutando de la playa?. (La cámara se acerca a una pareja en la orilla hasta tomar en primerísimo plano el culo celulítico de la mujer mientras seguimos escuchando las reveladoras palabras de la entrevistada).
-Disfrutando de la playita, sí.

-¿POR QUÉ CARAJO TIENEN QUE MOSTRARLE EL ORTO A LA POBRE MINA? ¿Loco, no pueden ver un culo y no filmarlo? ¡ENFERMOS!. Es la era del Orto, ésta. No pueden ver una mina en paz y no meterle el lente en el ojete.

-Haciendo compras, señor?
-Haciendo compras...
-Los precios?
-Y, caros, caros. Hay que buscar.
-El que busca encuentra?
-El que busca encuentra, exacto.
(Plano a las tetas de la mina que pasa corriendo por las costa, renovados insultos de mi parte).

-Señora... qué hermoso día, eh.
-Ay, maravilloso, maravilloso.
-Disfrutando del sol?.
-Sí, disfrutando,... en familia.
-Cuándo llegaron?

-QUÉ CARAJO LE IMPORTA A LA GENTE CUÁNDO LLEGÓ LA MINA A APLASTAR EL ORTO?

-Hoy,... sí...
-Recién llegados.
-Sí...
-Y cómo encontraron la ciudad?.
-Linda... linda... Un poco sucia.

-Y SÍ, CÓMO NO VA A ESTAR SUCIA SI LLEGAN USTEDES Y SE LLENA EL MAR DE TAMPONES Y PAÑALES CAGADOS, QUERIDA.

(Plano del culo de una señora, descarado primer plano).

LOCO, CÓMO SE ATREVEN...! POR QUÉ NO LE FILMAN LOS HUEVOS ARRUGADOS AL VIEJO? POR QUÉ TIENEN QUE EXPONER EL CULO DE LA MINA COMO SI LES PERTENECIERA?. AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH.

Qué hermoso, qué hermoso cuando uno encuentra con qué descargarse.
Ya estoy como nuevo.

lunes, 30 de noviembre de 2009

No te lo voy a permitir

Odio que me llamen señor.
En la parada del colectivo, en la cola del banco, en el amacén o en la calle, cada vez con mayor frecuencia la gente se refiere a mí como señor.
Señor, éste es el 23?
Tiene hora, señor?
Ay, lo pisé. Perdón, señor.
No entiendo. Hace un lustro todavía alguna vieja mamerta me preguntaba si era nene o nena. Ahora resulta que soy Señor. Estamos todos locos, o yo muy hecho mierda.
Recién volvía del video y dos pibes de aproximadamente mi edad me dicen: Disculpe, señor. ¿La calle San Juan...?.
"A dos cuadras", les respondí, echándoles una mirada asesina.
La próxima, me paro de manos como Zulma.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Confesión II

Hace dos semanas que vengo escuchando un disquito llamado Papá que me gusta mucho. Hay una canción que dice: "Y si lo rosado fue obligación, me lo quito". Yo, que hace no mucho tiempo descubrí que se dice inodoro y no linodoro, creí hasta hoy que decía "Mi cielo rosado fue obligación de loquito". Hoy, haciéndome el lindo, empecé a cantar esa canción ante el amigo que me recomendó el disco, y tuve que esperar 5 minutos a que terminara de reirse para descubrir qué era lo tan simpático.

Confesión I

Cuando camino solo, algo que ocurre casi todos los días, dejo correr mi imaginación. Es algo que hago. Recito mis escenas favoritas de las películas de Kate Winslet, imagino mi casamiento con Daniel Radcliffe (quedan por la presente invitados) o escribo mentalmente el guion de algún video que me tiene como estrella. Pero cada tanto, algo que veo en la calle dispara mi atención hacia lugares más inesperados.
Hoy, mientras caminaba por el centro, pasé por una casa fotográfica en la que un críptico cartel de "Se comprueban antecedentes" llamó poderosamente mi atención. Y ahí empecé.
-Hola, sí, qué tal... vengo a buscar mi registro de antecedentes.
-Bien... bueno, pasá por acá por favor. Sacate la capucha. Eso. Bueno, listo. Bueno, acá está la foto. Sí, sí, acá me sale un antecedente para esta cara. Robo simple, 1994.
-Ah, posta, me había olvidado de esa (con melancolía). Bueno, gracias, capo.

Durante todo el trayecto hasta la clínica estuve pensando en el registro de antecedentes e imaginándome distintas situaciones que comenzaban con: Hola, vengo a buscar mi registro de antecedentes. Así pisé una baldoza floja, atropellé a un perro y me olvidé de sacar unas fotocopias.
Ahora bien, no sé cómo pasó esto, no sé cómo pude tener semejante descuido, yo que soy la persona menos espontánea del mundo y ensayo todo lo que digo, aunque sea el saludo al kiosquero o pedirle un cuarto mi milonguitas a la panadera. Pero me pasó. Entré a la clínica, totalmente absorto en mis fantasías, y en vez de pedirle a la mina el resultado de mis análisis, le dije, con vocecita soñadora: Hola, vengo a buscar mi registro de antecedentes.
Y cuando terminé de decirlo, con el mayor terror, me di cuenta de lo que había hecho. Me llevé una mano hasta la boca y le dije: "Perdón...". "Un análisis de sangre vengo a buscar. Juan Pablo Nario." La mina me miró como si fuera una mancha sospechosa en su inodoro, y me tiró el sobre en el mostrador tras hurgar en un cajón por cinco segundos, sin dejar de mirarme.
Creo que nunca pasé tanta vergüenza.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Recomendadas del festival

Hasta ahora vi 15 películas. Recomiendo a todos las siguientes. La primera se llama Mother en inglés.



















miércoles, 11 de noviembre de 2009

Más odio

No por obvio ni por viejo, este odio debe quedar afuera de esta palangana de bilis. Odio a la tercera edad.
Si bien no pretendo ser tan elocuente ni ilustrativo al respecto de este grupo lamentable como lo fuese mi amiga Abi una vez (quien los llamó oportunamente V.D.O: Viejos del Orto), hay algunas cositas que me gustaría escupir.
Primero: Un miembro de la tercera edad no pide permiso, o... ¡un momento!, lo hace, mientras te derriba con un golpe enérgico del que cualquiera lo creería incapaz. Porque la tercera edad nos engaña con su aspecto decadente, pero no dudan en darte con sus bastones en las canillas en la fila de una boletería.
Segundo: La tercera edad no se disculpa. Puede derribarte, pisotearte, maltratarte, colársete en una fila, chistar en tu cara si la misma no le gusta, porque son mayores, y eso les confiere derechos especiales. Así, la tercera edad, que con tanta imperiosidad exige Respeto, no se muestra muy ducha en otorgarlo.
Tercero: La tercera edad puede decir cualquier barbaridad, y obligarte a que la escuches. Colimba obligatoria, gangas menemistas, melancolía por la dictadura, miserias familiares. La tercera edad habla y habla, pero no escucha.
Cuarto: La tercera edad idealiza el pasado y te invita a amargarte por el presente y a angustiarte por el futuro. La nostalgia por los viejos modelos de familia, las mujeres-plancha y los hijos mudos les trae lágrimas a los ojos, y con codazos de complicidad, te invitan a suspirar por esos tiempos de oro y a llorar por la juventud perdida.
Quinto: La tercera edad vive quejándose, y acuden con sus quejas a cualquier persona que esté dispuesta, o no tan dispuesta, a escuchar. La acomodadora de un cine, por ejemplo, debe recibir quejas por la calidad de una película. Un colectivero, por el precio del boleto. Una camarera, por el sabor del agua tónica. La tercera edad es insatisfecha crónica y va por la vida envenenando a los demás con su insatisfacción.

¿Son todos así?. Claro que no. Sólo la inmensa mayoría. Y para quien escribe, es más que suficiente.

martes, 10 de noviembre de 2009

Odio cuando

Sí, estoy en una etapa en que todo me molesta. Y como no puedo pensar en otra cosa (casi, casi) que en mis múltiples odios, se me ocurre que podría actualizar el blog hablando de ellos, cada vez que uno me estorbe mucho.
En esta oportunidad les traigo una que tengo acá, en la garganta. Hijos de puta.
Odio, ODIO, ODIO cuando la gente se lamenta más por el sufrimiento, tragedia o muerte de una persona porque esa persona es o era bella.
"Qué barbaridad... una chica tan linda... y drogadicta".
"Viste quién se murió?. Un chico tan joven, y tan buen mozo."
"Qué picardía una chica tan hermosa sufriendo siempre por el mismo hombre."

¿Me están jodiendo?. Estamos hablando de una adicta, un muerto y una desgraciada. ¿Qué importa si es Valeria Massa o la mujer barbuda?. ¿Por qué la gente se ve más sensibilizada por las vidas de la gente bella?. ¿Somos todos idiotas?.
Sí, ya sé lo que deben estar pensando. Qué pena... un chico tan rico... pero tan amargado.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Cómo me convertí en un autor publicado

Hace un rato estaba hablando con mi amiga Abi. Despotricando, como de costumbre. Aparentemente mi veneno le resultó inspirador, pues copiando y pegando mis comentarios, Abi compiló este texto.

El enigma de mi hermana y el baño

En líneas generales, mi hermana y yo nos llevamos muy bien. De hecho, somos los únicos hermanos que conozco que conviven bajo un mismo techo sin gritarse o cagarse a patadas ni siquiera una vez al año. Nuestro secreto es simple: Cuando uno de los dos está de mal humor, el otro evita todo tipo de interacción. En una semana normal, mi hermana y yo estamos de mal humor 3 días cada uno al menos en un momento del día, y generalmente el otro lo puede inferir rápidamente por una cara de orto sobresaliente. Que mi hermana llegue de trabajar y pase por donde estoy sentado sin saludarme se considera absolutamente normal. Somos muy parecidos en ese sentido: despreciamos todas las formas, saludos incluidos. Y cuando uno está de mal humor, la comunicación verbal es estrictamente funcional.
Ahora bien, hay algo que agria la armonía fraternal y es la apropiación que hace mi hermana del único baño de la casa. Todos tenemos una parte de la casa que habitamos más que otras. En mi caso, mi cuarto; en el de mi mamá, la cocina; en el de mi hermana, el baño.
-Mi hermana entra a trabajar a las 9 AM. A las 8, si no me fui a cursar antes, me despierto con el sonido de la ducha, que dura 15 minutos. De 8.15 a 8.45 mi hermana se pone talcos, lociones y cremas hidratantes, nutritivas y de limpieza... ah, y se seca el pelo.
-Mi hermana llega de trabajar a la 1 PM. Lo primero que hace es entrar al baño, donde pasa unos 30 minutos. No me pregunten qué hace los 29 minutos que no está meando porque no lo sé. No emite sonido alguno y sale del baño luciendo exactamente igual a cómo entró. Tampoco se escuchan canillas siendo abiertas o cerradas ni ningún otro movimiento de agua.
-Cerca de las 2 almuerza, mira un rato de televisión o hace algo para la facultad, y luego vuelve al baño para arreglarse antes de ir a cursar. Esta tercera incursión, que triplica en tiempo a la segunda con facilidad, carece de su misterio: lo que hace es peinarse, maquillarse y cambiarse.
-Si llega antes de la cena, hace una cuarta incursión, corta, de 15 minutos, que creo que tiene que ver con su inexistente acné, porque sale con la cara pellizcada y perforada.
-Cerca de las 12 de la noche, cuando todos ya cenamos, puteamos a Julián Weich y vimos alguna otra cosa, mi hermana hace la última y más impresionante incursión al baño. En el tiempo (incalculable) que permanece dentro, mi vieja lava los platos y se va a dormir, yo leo, chateo, miro una película y/o hablo por teléfono y mi hermana... sigue en el baño. Tal como cuando vuelve del trabajo, no emite sonidos. No ducha, no meo, no botón. Eventualmente, el rechinar de la pileta o del inodoro, como que se posa, sienta o para sobre los mismos. Cuando, muy tarde en la noche, cerca de las 2 o 3 de la mañana, me voy a dormir, mi hermana sigue en el baño.
El misterio de qué hace mi hermana en el baño, que me atormenta, es, sin embargo, menos problemático que el hecho en sí de que esté todo el puto día ahí adentro, y que para echarme un cago, un meo, lavarme los dientes o bañarme (que dios sabe que son las únicas cosas que a duras penas puedo hacer en ese baño), tengo que pedirle permiso a la mina desde el otro lado de la puerta. Generalmente no contesta, sino que emite un chasquido antipático y abre la puerta al minuto (aunque no siempre se va del baño, sino que te permite usar el inodoro mientras ella sigue usando el espejo). ¿Qué querés?, dice otras veces. "Mear", "cagar", "tirarme un pedo", qué te importa!. Salí del baño, enferma de mierda, que no vivís sola y la gente tiene necesidades fisiológicas a higiénicas.
Pedir permiso para mear en mi propia casa y recibir por respuesta ese puto suspiro de impaciencia me rompe las pelotas y hace que sienta un impulso asesino hacia mi hermana, unas ganas inmensas de que se le caiga encima el botiquín mientras se mira la teta de perfil o lo que MIERDA sea que hacés ahí adentro todo el día, pedazo de forra.

viernes, 4 de septiembre de 2009

¿Demasiado selectivos para el amor?





Traducción by Juan

Creo que la gente que es demasiado selectiva cuando se trata de encontrar a alguien en el amor, no merece ser amada. No te merecés encontrar el amor si estás tratando de encontrar el amor en el aspecto físico. Estoy harto de esa gente tan jodidamente quisquillosa a la hora de entregar su corazón. Hay gente que niega la conexión que tiene con otra persona y pone fin a una relación sólo porque esa persona tiene un poco de sobrepeso, o porque le falta un diente por allá, o tiene pelo en la espalda... o es un poquito femenina. Eso a mí a me pasa todo el tiempo. Encuentro un tipo con el que tengo una auténtica conexión pero que no quiere acostarse conmigo, o salir conmigo, o casarse conmigo o presentarme a su mami porque soy “demasiado femenino”. No soy su “chico de los sueños”. ¿Saben qué, gente?. Tienen un PROBLEMA. Estoy hablando de conexiones fuertes, reales. Estamos hablando de esas relaciones de charlas telefónicas interminables, en que la recepción se siente en el aire; estamos conectados, hay química.
¿Qué les pasa, gente? ¿No se dan cuenta de que las conexiones reales no llegan todos los días?. El amor no se cruza en tu camino todos los días ni todos los fines de semana ni todos los años y quizás tampoco cada diez años. El amor es una cosa difícil de encontrar, las conexiones auténticas son difíciles de encontrar. Son raras. Es como tratar de encontrar un trébol de seis hojas. ¿Hay tréboles de seis hojas? Bueno, en fin. Son cosas... raras, ese es mi punto. Alguna gente puede argüir: “Pero la atracción física es importante” Claro que lo es, ¿pero sabés qué?. Tener una conexión a niveles emocional e intelectual, también es importante. Y la mayoría de la gente se junta con otra gente sólo por su aspecto físico, porque esa persona los calienta, y creen que eso lo es todo. Creo que salir con alguien porque conectás emocional e intelectualmente tiene mucho más fundamento. Porque si tenés una conexión emocional e intelectual con alguien, eventualmente esa persona va a excitarte sexualmente. Porque si te conocen mentalmente, pueden entrar en tu cabeza y buscar la forma de calentarte. No sé ustedes, pero una persona inteligente a mí me calienta mucho. Y si tenés una conexión de ese tipo, tan fuerte, eso con el tiempo se va a convertir en atracción física.
Lo que quiero decir es que hay gente que tiene una imagen en sus cabezas de cómo debe ser el chico o la chica “de sus sueños”, a quien van a llevar a la casa de mamá; y le niegan oportunidades a otras personas sólo porque no se parecen a ese modelo con el que fantasearon desde niños: el modelo de persona con el que soñaban que se casarían. Lo que digo es: honestamente, necesitan darse cuenta de lo difícil que es hallar el amor verdadero. Yo estuve enamorado, una vez, y pasaron años y no me volvió a pasar desde entonces. Y ahora que vivo sin eso desde hace tanto tiempo me doy cuenta de lo difícil que es encontrarlo. Y quiero que se den cuenta de que si sienten una fuerte conexión con una persona, no tienen que dejar de explorarla. Las conexiones están para ser exploradas. No dejes de besar a esa chica porque es un poco gordita. No dejes de besar a ese “drag-queen” porque nunca hiciste algo así y tenés miedo. Si sentís esa conexión, no tengas miedo. A veces ni siquiera tiene que ver con que no sea te guste; a veces simplemente te da miedo porque nunca exploraste esa área, porque nunca te viste a vos mismo con alguien así. Y realmente tenemos que ser igualitarios a la hora de dar oportunidades cuando se trata del amor, porque es un don tan especial, y tan difícil de encontrar... Incluso a muchos de mis amigos los he escuchado decir: “Ay, tenía pelo en la espalda, no me gusta eso”. Y yo respondía: “Bueno, pero ¿existe una conexión entre los dos?”. “Sí, pero...”. ¡Es estúpido, gente!. ¡DES-PIER-TEN!. ¿Quiénes se creen que son?. Gente, ¿QUIÉNES SE CREEN QUE SON, siendo selectivos... cuando se trata de enamorarse?. Si te sentís bien con esa persona, si tienen un excelente diálogo, si se ríen juntos, si disfrutan en compañía del otro, ¿por qué no invitarlos a una cita, darles un beso y ver si hay algo más?. Porque no sé ustedes, pero para mí es en el beso... cuando uno se da cuenta. Esa chica que de la que creés que nunca te podrías enamorar porque tiene 10 kilos demás... El amor no sabe de peso. El amor no conoce barreras. Se puede amar (y no hablo del amor en una amistad, no... hablo de Amor) a alguien que no encaja con nuestro “tipo”. PORQUE EL AMOR NO TIENE UN TIPO. Tu corazón no tiene un tipo. Tu pene puede tener un tipo, y tu cerebro. Puede atraerte algo específico cuando estás caliente, pero creeme: cuando estés enamorado de alguien: te va a calentar. Así que dejá que esa persona entre en tu corazón, dale una oportunidad , y PARÁ -DE – SER - TAN- SELECTIVO – CUANDO – SE – TRATA – DEL– AMOR. Porque generalmente es algo que pasa una vez en la vida. Y yo lo arruiné cuando vino a mi vida... Es un auténtico, y rarísimo don. Y hay un montón de gente que le cierra la puerta en la cara a una persona por razones de mierda. Necesitan seguir su corazón, no lo que sus penes les dice sobre qué chico o chica le calienta más. Ya sé que algunos necesitan sentirse físicamente atraídos, pero... hay muchos de ustedes, que simplemente tienen que explorar más. Explorar: palabra clave. Vean qué pasa. Es todo lo que digo. Perdón si les grité, chicos... Pero de verdad, de verdad necesitan ser más igualitarios a la hora de dar oportunidades en el amor, y dejar a la gente entrar en sus corazones, cuando sienten una conexión especial.
Si alguien tiene todos los componentes que necesitan en una pareja: si es bueno, encantador, dulce y el único motivo por el que no le dan una oportunidad es por algo relacionado con su aspecto físico, SON UNOS PEDAZOS DE MIERDA.

viernes, 3 de abril de 2009

Querido diario: USA

Hace casi cuatro meses me fui a Estados Unidos. ¡Cuatro meses...!

¿Alguna vez hicieron algo sin saber bien por qué estaban haciéndolo o si querían hacerlo?. Un poco así fue mi viaje. Un día estaba en mi casa pensando en esos programas de work and travel, y al día siguiente me encontraba en un avión con un yanqui a cada lado de mi angosta butaca totalmente desconcertado con mi propio destino.

Por supuesto, mis peripecias comenzaron en Ezeiza cuando un agente de corbata roja me informó que mi número de reserva no estaba en sus registros, de modo que me tuvo que improvisar un asiento en el medio en una de las filas del medio, es decir, lo opción más indeseable, y viajé separado de mi amiga Paula. Vamos, ¡que hasta más baratos deberían ser esos asientos del medio!. Me tocó estar entre dos gorditos cincuentones de pelo blanco muy buen peinado que eran asombrosamente parecidos entre sí.

Viajar en Delta es más incómodo que viajar en el Rápido Argentino. Si tenés un culo más o menos prominente, lo más probable es que tengas que comprar dos boletos. Si tenés piernas largas, como en mi caso, vas a romperle las pelotas al de adelante durante todo el viaje, cosa que hice generosamente. Yo encima tengo la desgracia de no poder dormir en otro lugar que no sea, a) una cama, y b) el banco de un aula. En cualquier otro sitio (sillones, butacas de micros o aviones, autos, etc) es imposible que me duerma e inútil intentarlo, de modo que las horas se hacen largas y la ansiedad inexorable.

Hubo un momento muy gracioso en que los dos señores que tenía al lado se dieron vuelta hacia mí como dos bebés y yo quedé tieso en el medio y me empecé a reír descontroladamente, lo cual es muy peligroso porque cuando me tiento, en lugar de llorar, sudo, para mi vergüenza particular y para perjuicio general.

Llegamos a Minturn exhaustos y eufóricos luego de un viaje de 40 horas (mar del plata - buenos aires - atlanta - denver - minturn) y nos apersonamos en el motel del horror con nuestras reservas. El hotel apestaba a ajo y el pasillo que llevaba a nuestra habitación estaba cubierto por una alfombra llena de chicles ennegrecidos. Cuando entramos a la habitación nos cagamos de risa al ver una (repito, una) cama de una plaza y media para ambos y un baño separado de la habitación por una puertita corrediza destartalada.

Los primeros días pensamos que habíamos llegado a un pueblo sacado de una película de terror de bajo presupuesto. El hotel, sucio y lúgubre, contaba con todo tipo de personajes extraños y temibles como un hombre que estaba permanentemente vestido como ciclista y al que le faltaba un trozo de piel justo debajo del labio inferior, con lo que podías ver una considerable parte de su carne y varios de sus dientes al descubierto; o un hombre encorvado de aspecto perturbado y comportamiento autista que pasaba mirándote con terror y nunca te contestaba una pregunta; o una de las empleadas, una señora de pelo seco y desgreñado, voz ronca y permanente aliento a ajo que te cagaba a gritos por cualquier cosa; o la mucama ladrona; o una señora extremadamente delgada y alcohólica que seducía a cualquiera delante de su sonriente marido; o un borracho con las manos constantemente sucias y con restos de sangre que despedían un olor espantoso; entre muchos, muchos otros.
Por otro lado, el pueblo en sí mismo era bastante terrorífico. Un lugar lleno de negocios cerrados, de calles deshabitadas por las que de tanto en tanto circulaba un automóvil que se detenía suavamente para cederte el paso y cuyos conductores te miraban sonrientes mientras cruzabas la calle. Creepy.

Nos presentamos en el trabajo una semana más tarde y tuvimos una semana de clases sobre vinos y bebidas alcohólicas, medidas de sanidad, atención al cliente (o el arte del servilismo), medidas de higiene, etc. Los personajes que daban estas clases eran encargados o supervisores de la marca. Había en su discurso un fanatismo tan desagradable que parecían una secta religiosa. La idea era invitar al cliente a ir a creerse rey del universo al restaurante y tratarlo como tal, y darle siempre la razón, por más desfachatadas, descabelladas, desquiciadas, destornilladas fueran sus exigencias. Luego de rendir un examen sobre el menú, que básicamente consistía en detallar la preparación, los ingredientes y sus orígenes y caracterísitcas de cada plato, guarnición, poste, salsa y salsita y la puta que te parió que se aprobaba con el 90% y que naaaaaaadie aprobó, designaron las posiciones según la cara de cada uno. Por supuesto, todos los argentinos mentimos con descaro sobre nuestra experiencia laboral. TODOS habíamos trabajado varias temporadas en distintos restaurantes, hoteles, salones de cócteles, bares, cafés y clubes de todo tipo. 100% argento. Los brasileros confesaron humildemente su inexperiencia con lo cual les endosaron las tareas peor remuneradas.
Aquí comenzó el período más oscuro de mi experiencia. Mi desempeño como camarero fue bochornoso. Imagínenme sudado aporreando una computadora tildada, sujetándome la garganta con una mano mientras sufría de serios ardores de esófago nerviosos mientras decía: CHICOS, CHICOS, FABI, MANU, DÓNDE ESTÁ, DÓNDE ESTÁN LOS MARTINIS, DÓNDEEEEEEEEEE. Mis compañeros, que de hecho no tenían por qué saber más que yo (aunque por supuesto lo hacían) descubrieron a partir de la experiencia de ser compañeros míos que la paciencia puede ser estirada hasta puntos inimaginables. En todo momento desplegué una increíble capacidad de ahogarme en un vaso de agua y de hacerme problema por todo (-AAAAAAAAAAAAAAAAAAAH, LA 1 SE ME FUE SIN PAGAAAAAAAAR. -Juan, la 1 no es tuya. -Ah.) y hundirme en un pozo de inoperabilidad del que la gente me iba rescatando con progresivas caras de orto.
Si tomaba mal un pedido (es decir cada vez que tomaba un pedido), y me daba cuenta de mi error mientras cargaba la orden, no volvía a la mesa para clarificar el malentendido. No. Lo pasaba mal a sabiendas al sistema y rezaba para que el error fuera inadvertido. A veces zafaba, y unas costillas de cerdo pasaban como piña como de cordero (-these ribs are so small... well, whatever), y otras veces NO. Y era terrible. Una noche me pidieron cuatro cortes de carne que yo creí que no había en stock, y se los negué, y me pidieron otros que efectivamente NO había en stock pero que yo pensaba que sí había. Cuando me di cuenta de esto, ¿qué hice?. "¿Fuiste a la mesa y les dijiste?" Por supuesto que no, pebete barra a. Les ordené lo primero que habían pedido a ver si zafaba. Y NO ZAFÓ PERO NI MEDIO. Esa misma noche le llevé una ensalada con cebolla a una alérgica a la cebolla, superando mi propio record de imbecilidad, y supe que era el fin de mi carrera. El dueño me gritó con su cara a una distancia tan ínfima de la mía que si hubiera estado bueno, con la locura galopante que tenía ese día, quizás le hubiera propinado un chupón, al grito inmediato de: "¡Perdón, es que, es que!". Él no me besó (necio) pero se dio el gusto de rociarme de saliva mientras me decía todo tipo de cosas horribles que jamás había escuchado antes. Luego de aquella humillación me atrincheré en el baño a pensar en mi destino y resolví pedir que me pusieran en otra posición. Así fue que fui donde el dueño, que me miró con los ojos desorbitados, le pedí perdón por mi torpeza y le dije que renunciaba a mi puesto como camarero, pero que si aún quería conservarme podía hacer otra cosa. En realidad lo que yo quería era que me pusiera como busser que es el que levanta la mesa, estupenda tarea para mí ya que no necesitás tener un IQ muy elevado y además no tenés que interactuar con los clientes, a los que les había tomado fobia. Obviamente, mi esperanza fue pisoteada con crueldad y el tipo me puso como recepcionista, lo cual me aterrorizaba aún más que ser camarero.
Resultó no ser tan terrible, sin embargo. Todo lo que había que hacer era llevar a la gente a sus mesas, desearles una cena agradable y atender el teléfono, lo cual nunca hacía porque a) se lo encomendaba a otro, b) lo ignoraba de plano, c) lo atendía y cortaba, o d) lo desenchufaba. De modo que me rascaba bastante el higo y las horas se pasaban sin pena y hasta con la gloria ocasional del placer que da un sánguche de panceta y queso robado de la cocina.

El 3 de enero nos mudamos del funesto hotel en Minturn a Avon, pueblo que NO tiene nada que ver con los cosméticos donde estaba ubicado el restaurante. El condado de Eagle consiste básicamente en varios pueblos de unos miles de habitantes cada uno, de los cuales los más importantes son Vail (de hecho suele referirse al conjunto como al Valle de Vail) e Eagle. Estos pueblos constituyen el escenario propicio para mi suicidio. De hecho, si algún día decidiera que mi vida no tiene más sentido pero no fuera capaz de reunir el valor para terminar con la misma, me compraría un pasaje a Vail y lograría suicidarme a la semana, sumido en la locura, y lo haría comiendo queso cheddar con salsa picante hasta que me agarrase un paro cardíaco.
Estas aldeas, amoroooosas, son centros de ski: la principal actividad económica que las mantiene es el turismo, las familias que vienen de diferentes partes del país y del mundo a esquiar, a hacer snowboard y a descansar de la monotonía del lujo de la vida en la ciudad y trocarlo por otro lujo, natural, pintoresco, navideño... nevado; y por qué no, a aprovechar las ofertas del supermercado.
No es que yo tenga un prejuicio contra los estadounidenses, ¿eh?; no es que me malpredisponga un resentimiento social por las relaciones de poder que existen entre esa comunidad y la nuestra; no. No es que cada vez que veo a todas esas familias claras caminando con muletas, todos quebrados como unos pelotudos luego de una temporada de ski, repitiendo "-How are youuuu? -GREAT AND YOU? -GREEEEEEEEEEAT" me llene de semejante odio que me impida pensar con objetividad antropológica. Peeeero:

JUAN PABLO NARIO PRESENTA: UN ESTUDIO SOBRE LA PESADILLA AMERICANA, DESDE ADENTRO (y sin mensajes subliminales freudianos).

La paranoia: Los yanquis son paranoicos hasta la esquizofrenia. Todas aquellas películas en las que los vecinos les llevan pastelitos y canastas artesanales a los recién llegados, son una farsa cruel: Estos alienígenas se temen entre sí. Recuerdo que una tarde le toqué la puerta al vecino para hacerle una pregunta y me atendió a través de la puerta mientras me miraba como si fuera una aparición fantasmagórica, respondiéndome con recelo y mirando intermitentemente el arbusto que había detrás mío, como si esperara ver salir de atrás del mismo una banda de ladrones armados hasta los dientes. Los medios de comunicación funcionan como un aparato de terror que reproduce imágenes perversas de todo lo que te puede pasar si salís de tu casa a tener una vida normal, y lo más triste es que esta gente lo compra. Durante años, ese miedo ha sido redituable para los patrocinadores de estos noticieros amarillos: el miedo que se le inculca hace vulnerables a las personas y una persona vulnerable es más manipulable con vistas al consumo. O por lo menos... al consumo del cotillón de la seguridad: un arma en cada hogar de familia, medidas extremadas de seguridad en cada vivienda, y... la derecha en el gobierno. Pero ojo, ojo: de a poco se van despertando, y el resultado de las elecciones es elocuente a este respecto. Mantengan la fe, mas no divina.

La tacañería: En tiempos de crisis, hasta los más amarretes pasan desapercebidos como ahorrativos y cautelosos, pero no ante estos ojos de gata. Entre los actos de mezquinidad más aborrecibles que he presenciado destaco:

-Los que llegaban corriendo cinco minutos antes de la finalización de la happy hour y se abalanzaban sobre la mesa con la cara amoratada pidiendo a gritos ser atendidos, y ordenaban cuatro rondas de cerveza antes de que se acabara la hora feliz.
-Los que engullían dos veces su tamaño y después se quejaban con el encargado de que todo había estado horrible, con lo cual recibían nuevos platos y postre sin cargo.
-Los que iban a la hora de la cena a compartir una ensalada con agua de la canilla. O peor, los que pedían gaseosa y una panera con manteca.
-Los que no dejaban propina.
-Los que se iban sin pagar.



La orgullosa ignorancia etnocentrista:

-¿En Argentina hablan portugués? ¿Argentina es parte de latinoamerica o es una isla al lado de América central? (Fíjense todos los errores que coexisten en esa pregunta). ¿Por qué ustedes son más blancos que los mexicanos? ¿Por qué hablan tan bien en español? ¿Qué parte de Brasil es Argentina? ¿Argentina tiene algo que ver con Australia? ¿Cuántos estados hay en Argentina? ¿Te sorprendió la Tecnología cuando llegaste?.

Entre otros aspectos.


Ahora bien. Ustedes inferirán que haberme mudado del hotel a una casa constituyó un cambio positivo. Pues... sólo en parte. Es cierto que la casa estaba muy cerca del trabajo, lo suficientemente cerca para ir caminando, y que poder disponer de elementos para cocinar nuestra propia comida fue una mejora invaluable. Pero la casa en sí misma... la casa... en sí... misma. No, no hay palabras. Imagínense un chatarrero. Un depósito de chatarra. Sostengan la figura en su cabeza y encierren el chatarrero en cuatro paredes con retratos polvorientos colgando y sillones desperdigados aquí y allá: eso era la casa. La señora que vivía en esta madriguera se dedicó, por años... muchos años... a comprar distintos elementos tales como: televisores, equipos de música, juguetes, utensilios de cocina en cantidad, tostadoras, muebles, etc., que llevaría a Mexico, su país natal, algún día. POR SUPUESTO nunca lo hizo, pero esto no la detuvo y ella siguió apilando literalmente nuevos objetos, mientras los viejos y aplastados se iban ajando, averiando o quedando obsoletos. Un día fui a visitarla a su habitación y al notar que no había nadie, e impactado por las montañas tambaleantes de juguetes rotos, ropa, cajas, libros y artefactos que se erigían en cada rincón de la cámara, decidí entrar y hacer un estudio más minucioso del stock, sólo para darme cuenta dos minutos más tarde de que la mismísima señora estaba observándome desde su colchón, apenas visible entre las torres de cachivaches que la rodeaban. A este desagradable encuentro siguió un grito masculiníiiiiiiisimo de mi parte y pedidos atropellados de disculpa.

En esta cueva permanecimos dos meses en los que fuimos relativamente felices, lo cual habla de nuestra habilidad para la supervivencia y nuestra adaptabilidad a la ausencia de lujos materiales.

En Marzo, Paula sucumbió al lujo, no obstante, y se mudó a una mansión por un arancel exorbitante. Yo me mudé con cuatro compañeros del trabajo a una casa en Edwards, otro pueblo vecino. Este tercer y último capítulo se llama:

FELICIDAD

Y diiiiiiceeeee, aséee (arribalaspalmasdetodoslosnegrosarrrrriba):










Maitén





Frases: "PAREN UN POOOOCO" "MAOMENO".
Cualidades: Ser muy organizada y responsable, tener excelente gusto artístico (no tanto así chonguil) y estar buena.



Manu



Frases: "Ponele". "Lucas, SOS MUY LIBIDINOSO"
Cualidades: Muy práctico, carácter bondadoso, ofrece infusiones constantemente, contrabandista de fernet premium.


Ceci


Frases: "La popuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu"
Cualidades: Relajación, transmisora de paz, buena mediadora, ávido y comprensivo oído. Femenino caminar...



Fabi




Frases: "Ejejem, mh..." "No te comas la uñita. Dejate, dejate, ejejemmh, mhh"
Cualidades: Constante buen humor, genial compañera de trabajo, excelente trasnochadora, excepcional predisposición para la joda.

Y así, tal como si alguien hubiera arrancado del almanaque el mes de marzo, una mañana nos despertamos por última vez todos juntos y se dispersó el círculo, se terminó el encanto aún cuando todavía se escuchaban los ecos de la última fiesta ("BAILEN, PUTOS... UTOS... TOS... OS..."), de las últimas discusiones ("TODO CULPA DE USTEDES, ME LA HICIERON PASAR COMO LA MIERDA, OMO LA MIERDA, IERDA, DA"), de los últimos sudores ("DAAALE, BRASUCA, DAME CON MÁS PULEENTA, ON MÁS PULEENTA, LEEENTA, ENTA, TA").
Y encima, 10 años consumiendo los productos de Chris Morena me hicieron creer que con sólo abrir la ventanita de los sueños podía volver a Eduardo, y la hija de puta de mi persiana que está trabada desde que vine.