En líneas generales, mi hermana y yo nos llevamos muy bien. De hecho, somos los únicos hermanos que conozco que conviven bajo un mismo techo sin gritarse o cagarse a patadas ni siquiera una vez al año. Nuestro secreto es simple: Cuando uno de los dos está de mal humor, el otro evita todo tipo de interacción. En una semana normal, mi hermana y yo estamos de mal humor 3 días cada uno al menos en un momento del día, y generalmente el otro lo puede inferir rápidamente por una cara de orto sobresaliente. Que mi hermana llegue de trabajar y pase por donde estoy sentado sin saludarme se considera absolutamente normal. Somos muy parecidos en ese sentido: despreciamos todas las formas, saludos incluidos. Y cuando uno está de mal humor, la comunicación verbal es estrictamente funcional.
Ahora bien, hay algo que agria la armonía fraternal y es la apropiación que hace mi hermana del único baño de la casa. Todos tenemos una parte de la casa que habitamos más que otras. En mi caso, mi cuarto; en el de mi mamá, la cocina; en el de mi hermana, el baño.
-Mi hermana entra a trabajar a las 9 AM. A las 8, si no me fui a cursar antes, me despierto con el sonido de la ducha, que dura 15 minutos. De 8.15 a 8.45 mi hermana se pone talcos, lociones y cremas hidratantes, nutritivas y de limpieza... ah, y se seca el pelo.
-Mi hermana llega de trabajar a la 1 PM. Lo primero que hace es entrar al baño, donde pasa unos 30 minutos. No me pregunten qué hace los 29 minutos que no está meando porque no lo sé. No emite sonido alguno y sale del baño luciendo exactamente igual a cómo entró. Tampoco se escuchan canillas siendo abiertas o cerradas ni ningún otro movimiento de agua.
-Cerca de las 2 almuerza, mira un rato de televisión o hace algo para la facultad, y luego vuelve al baño para arreglarse antes de ir a cursar. Esta tercera incursión, que triplica en tiempo a la segunda con facilidad, carece de su misterio: lo que hace es peinarse, maquillarse y cambiarse.
-Si llega antes de la cena, hace una cuarta incursión, corta, de 15 minutos, que creo que tiene que ver con su inexistente acné, porque sale con la cara pellizcada y perforada.
-Cerca de las 12 de la noche, cuando todos ya cenamos, puteamos a Julián Weich y vimos alguna otra cosa, mi hermana hace la última y más impresionante incursión al baño. En el tiempo (incalculable) que permanece dentro, mi vieja lava los platos y se va a dormir, yo leo, chateo, miro una película y/o hablo por teléfono y mi hermana... sigue en el baño. Tal como cuando vuelve del trabajo, no emite sonidos. No ducha, no meo, no botón. Eventualmente, el rechinar de la pileta o del inodoro, como que se posa, sienta o para sobre los mismos. Cuando, muy tarde en la noche, cerca de las 2 o 3 de la mañana, me voy a dormir, mi hermana sigue en el baño.
El misterio de qué hace mi hermana en el baño, que me atormenta, es, sin embargo, menos problemático que el hecho en sí de que esté todo el puto día ahí adentro, y que para echarme un cago, un meo, lavarme los dientes o bañarme (que dios sabe que son las únicas cosas que a duras penas puedo hacer en ese baño), tengo que pedirle permiso a la mina desde el otro lado de la puerta. Generalmente no contesta, sino que emite un chasquido antipático y abre la puerta al minuto (aunque no siempre se va del baño, sino que te permite usar el inodoro mientras ella sigue usando el espejo). ¿Qué querés?, dice otras veces. "Mear", "cagar", "tirarme un pedo", qué te importa!. Salí del baño, enferma de mierda, que no vivís sola y la gente tiene necesidades fisiológicas a higiénicas.
Pedir permiso para mear en mi propia casa y recibir por respuesta ese puto suspiro de impaciencia me rompe las pelotas y hace que sienta un impulso asesino hacia mi hermana, unas ganas inmensas de que se le caiga encima el botiquín mientras se mira la teta de perfil o lo que MIERDA sea que hacés ahí adentro todo el día, pedazo de forra.